1 de julio de 2012

Elecciones para (periodistas) extranjeros


Este día de las elecciones arribamos a las 7 am a Buenavista para emplazar dos cámaras para registrar la fiesta de Peña Nieto en la noche: una en el patio y otra en el auditorio del CEN del PRI… apenas a tiempo pues  cuando entramos ya había tripiés y cámaras de una docena de televisoras, todas nacionales, ocupando posiciones que algunos ocuparon hasta dos días antes.

Esta es la segunda elección federal cuya cobertura me toca producir para una televisora extranjera, una cadena pública japonesa muy importante, y lo más interesante, como siempre, ha sido ponerme de su lado para tratar de entender “desde fuera” y hacer lo necesario para estar a la altura de sus exigencias técnicas y de contenido en este y los otros temas que trabajamos.

Después de desayunar unos exquisitos chilaquiles verdes con que nos agasajaron los tricolores, tuve que explicarles a mis colegas que, a pesar de que la versión oficial indicaba que tras emitir su voto el abanderado priísta pasaría la tarde con su familia y posteriormente se trasladaría a las oficinas de Insurgentes Norte, también existía la versión de que la fiesta sería en la casa de Las Lomas para evadir alguna protesta como la de #yosoy132, y por tanto  existía la posibilidad, aunque fuera hipotética, de que nos dejara plantados a todos los medios y se presentara sólo mediante videoconferencia.

Mis contactos de agencias y medios extranjeros y nacionales confirmaron, todos, tener la versión oficial, y confiada en el “marcaje personal” a EPN de la agencia nos proveería la codiciada imagen del “levantamiento del brazo” medité: desairar no a los medios, sino a sus seguidores, se vería muy mal en el inicio de lo que sería su mandato.



Con eso en mente regresé a nuestro cuartel general, en un hotel con vista al Zócalo. Ahí estaríamos enviando más tarde nuestros contenidos por satélite, en Alta Definición, precariamente protegidos de la lluvia, entre las carpas de campaña de la mayor agencia internacional de noticias.


En el camino me detuve a votar, así que mientras esperábamos el cierre de las casillas, estuve con los dedos manchados de tinta indeleble transcribiendo las entrevistas que en días anteriores realizamos con el corresponsal en Los Angeles durante viajes relámpago a Chimalhuacán, Chalco, Querétaro, Guadalajara y Ciudad Juárez, donde entre otras cosas documentamos cómo la eliminación de “La Línea” y los “Zetas” por parte del Chapo ha devuelto cierta paz al entorno de las maquiladoras, y un fenómeno que especialistas han observado en los últimos cinco años: el arribo a la “tasa neta migratoria cero”.

-Los primeros años que estuve en Estados Unidos trabajé en la construcción y gané bien; pero después la empresa cerró y fue muy difícil conseguir trabajo, así que mejor decidí regresarme a México-, nos decían los antaño migrantes, felices de estar de nuevo junto a su familia.

Pasaban frente a mí las contrastantes imágenes de la suciedad y la pobreza de aquella ciudad fronteriza, gris, ruidosa, llena de cemento, justo a unos metros de los grandes edificios del país todavía más poderoso del mundo, y los verdes campos sobre tierra roja donde respiran aire puro los hijos de aquel hombre risueño que casi gana lo mismo que cuando andaba de mojado tras la promulgación de la Ley Arizona y el estallamiento de la “burbuja inmobiliaria”… con la diferencia de que aquí “sí le alcanza.


Y mientras intelectuales y especialistas halagaban la civilidad en que se desarrollaron los comicios –con contadas excepciones-, me resonaba la preguntas de la corresponsal en Sao Paulo:

-Por qué la gente va a votar otra vez por aquel partido que sacaron del poder tras ejercerlo durante 70 años? Es acaso que no hay alternativas?


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