26 de julio de 2014

Japón y México: toda la caballería


-Se dejaron venir con toda la caballería!-, bromeaba yo con la agregada cultural de la embajada japonesa en México, tras la firma de los ocho acuerdos de cooperación que marcaron el acto principal de la visita del Primer Ministro japonés Shinzo Abe, ayer en Palacio Nacional.

Notoriamente, tanto a él como al presidente Peña Nieto los acompañaban sendas y ejecutivas comitivas, las cuales participaron en la firma de documentos en áreas de energías alternativas, crecimiento bajo en carbono, comercio exterior, investigación agrícola... y por supuesto, energética.

Los principales acuerdos fueron con el Banco de Cooperación Internacional de Japón, otros fueron con el Banco de Tokio-Mitsubishi... y con la Corporación Japonesa de Petróleo, Gas y Metales, encargada de asegurar la provisión de energéticos a este país.



-Se sintieron “los caballos”?-, respondió ella cuando le expliqué lo que significaba esta expresión coloquial en español.

-Sí, la verdad sí-, dije yo, y las dos nos reímos, con gusto sincero.
Porque desde nuestras diferentes perspectivas confirmamos que la relación entre México y Japón está en un momento sin duda ascendente, y que ambos países van por más.

 Muchas de mis amistades de los años anteriores dirían que todo esto “no es más que cuestión de negocios”, y criticarían que mientras aún no se aprueban totalmente las leyes secundarias de la reforma energética, ya los bancos japoneses están firmando memorándums con Pemex.

Ciertamente, la presentación del presidente del Banco de Tokio-Mitsubishi en el seminario de negocios que se realizó la víspera, resaltaba una prospectiva de inversiones entre 10 mil y 30 mil millones de dólares anuales a partir de esta reforma, y unos 600 mil millones de dólares en infraestructura de aquí a 2018.

Ante unos 200 empresarios japoneses el Sr. Nobuyuki Hirano también puntualizó las nuevas posibilidades de inversión en el sector de telecomunicaciones, y que el bono demográfico de nuestro país durará unos diez años, es decir, que México tiene una década completa por delante con la energía laboral de una población joven.
 Ciertamente, los bancos y las empresas japonesas hacen cuentas.  

Saben que México tiene tratados comerciales con más de cuatro docenas de países -incluyendo el mercado más grande del mundo: Estados Unidos-, que forma parte de la Alianza del Pacífico, que está desarrollando la infraestructura de sus corredores del Atlántico al Pacífico –entre entre ellos el Trans-Istmico de Pajaritos a Salina Cruz, del cual estuvimos platicando horas antes con el director de Pemex Internacional-, y apoyados por su gobierno han logrado el apoyo de México en las negociaciones del Acuerdo Transpacífico, TPP.

Pero todo esto, es “malo”?

Es verdad que hay que hacer circular la riqueza. Pero pues… también hay que crearla.
 
Hace quizá un par de años visité a una pareja de jóvenes recién casados en un pueblito de Guanajuato, trabajando en un reportaje para la NHK.

Si no recuerdo mal, la chica trabajaba en el sector salud y el muchacho había tenido que volver de Estados Unidos, donde había estado por varios años de manera “ilegal”, al igual que sus hermanos: la ruptura de la “burbuja inmobiliaria” lo había dejado sin su trabajo en la industria de la construcción, y el endurecimiento de la política migratoria lo había vuelto más vulnerable a ser deportado.

Ambos eran apenas veinteañeros y estaban construyendo su nido de tórtolos a un lado de la casa de los papás de ella, gracias a los conocimientos y los ahorros que el muchacho había acumulado en su trabajo de “mojado”. Su casa estaba en proceso de construcción pero era “de material”, y tenía un pequeño estanque para piscicultura doméstica, además de un jardincito donde la chica sembraba hierbas medicinales y maíz, como se acostumbra en esos rumbos, para autoconsumo.

Él estaba por terminar una capacitación especializada, becado con dinero del gobierno del estado, en aulas de un Conalep local, por personal mexicano y japonés de una de las empresas automotrices que recién ahora en 2014 inauguró un inmenso complejo industrial que parece una ciudad en sí misma.

Y se mostraba genuinamente feliz de poder vivir con su familia, en su terruño... y de que sus talentos mecánicos pudieran expresarse en contacto con los robots y maquinaria que antes no se veían, para nada, en la región. 
"Trading room" de Pemex International, el lugar donde se negocian unos 70 mil millones de dólares de hidrocarburos al año... los cuales esperan aumentar con las nuevas condiciones del sector.
 
En estos días me tocó ver otra faceta: la de los empresarios y banqueros japoneses quienes saben que no basta con simplemente dar empleo a estos muchachos en el Bajío –como podrían hacerlo en el norte de Nigeria… claro, si fuera seguro.

Saben que para, digamos, “sacarle jugo” a las notorias oportunidades de negocio que hoy están decididos a aprovechar en México, además de hacer inteligentes prospectivas financieras y negociaciones internacionales,  deben impulsar la educación y la cultura de la calidad. De eso hablaron hace dos días.

Pero en ello, sobre todo, en ello están trabajando.
 

De primera mano, me consta cómo las jóvenes empleadas de una empresa japonesa que fabrica en Querétaro las partes de espuma plástica de los tableros y puertas de algunas de las mejores marcas internacionales de autos tienen prohibido entrar a ciertas áreas usando aretes, para evitar el riesgo de rayarlas. Ni modo: si quieres trabajar ahí, tienes que quitártelos.

Sé también que un proyecto actual de la agencia de cooperación japonesa JICA en México es para educar en la cultura de entrega “a tiempo” entre las pequeñas empresas que son proveedoras de empresas más grandes. Algo contrario al tradicional “ahorita” de los mexicanos… que puede ser mañana, o pasado mañana.

Los japoneses están trabajando en eso en México, lo sé.

Y la verdad, no me parece nada malo.
 
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