Un chico sonriente que a diferencia de otros "millennials" no simplemente se ha alejado de los partidos políticos actuales -que tendría razones para rechazar- sino que está haciendo algo distinto.
-Mi bisabuelo llegó de Japón al terminar la Segunda Guerra mundial, pero murió cuando mi abuelo aún era niño, por eso no se preservó el idioma-, me confesó tras yo iniciar la charla preguntándole por su herencia Nikkei.
Como otros muchos migrantes de aquel país, el señor Kumamoto se estableció en Chiapas, en una zona cafetalera, y se casó con una indígena Tzotzil.
Ahí creció el abuelo de Pedro, quien supo sobreponerse a las adversidades y mediante el trabajo duro, primero en una tienda de abarrotes, logró reunir dinero para hacerse de un rancho porcícola, al que tiempo después atacó una epidemia.
-Eso es lo que tengo de herencia nipona: el sobreponerse, el trabajar, como esos migrantes que llegaron a un país distinto-, me dijo Pedro con vehemencia.
Imaginé el frío, la carencia. Imaginé cómo podrían haberse sentido esos japoneses que salieron al exilio, tras perder la guerra, sin dinero, sin pertenencias y sin hablar el idioma de la nueva tierra.
Imaginé la sonrisa en los ojos del bisabuelo al cortejar a esa indígena. Porque así ríe Pedro: con los ojos.
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